23/3/16

Epilepsia ¿de qué se trata? [23-3-16]


Epilepsia ¿de qué se trata?

Este mal es más común de lo que pueda imaginar; de hecho, el listado de víctimas ha incluido a cerebros famosos, desde escritores (como Dante y Dickens) y compositores musicales (como Handel y Paganini), hasta poetas y personajes de todos los ámbitos. ¿De qué se trata?

La epilepsia es una disfunción que obedece a cambios breves y repentinos del funcionamiento cerebral, ocasionados por una descarga eléctrica en las neuronas, y no tiene nada que ver con el retraso mental.

Personas con retraso mental pueden experimentar ataques epilépticos, pero el hecho de que una persona tenga ataques epilépticos no quiere decir que tenga una deficiencia mental.

Una crisis epiléptica ocurre cuando una actividad eléctrica anormal en el cerebro, provoca un cambio involuntario en los movimientos o funciones del cuerpo, en el comportamiento de la persona o en la capacidad de mantenerse alerta.

Se trata de una interrupción breve y espontánea de la actividad neural, que interrumpe la función normal del cerebro y resulta en movimientos convulsivos o patrones anormales de comportamiento.

La crisis puede durar desde unos segundos hasta varios minutos. Hay más de 20 tipos de crisis epilépticas. Por esta razón, los síntomas son muy variables de una persona a otra, y dependen del lugar del cerebro en el cual ocurre la alteración de la actividad eléctrica.

La persona puede perder el sentido y desplomarse al piso, ponerse rígida o manifestar espasmos musculares (gran mal).

Pero hay otros tipos de crisis que no son tan “espectaculares”, entre ellas la llamada “crisis parcial”, en la que el paciente parece confundido o aturdido, y no responde a preguntas ni instrucciones.

Y algunas personas tienen ataques de epilepsia tan leves que ni siquiera son notados por otros. En esos casos la única manifestación de la crisis es una especie de “mirada perdida”; a este tipo de crisis se lo denomina “ausencia” y es común en la infancia.



> Cheque los síntomas

Es importante entender que existen varios tipos de crisis epilépticas. Por ejemplo, la llamada “crisis generalizada” puede manifestarse con pérdida brusca de conocimiento, caída al piso, contractura de los músculos de las extremidades y de la cara, seguida de sacudidas rítmicas.

Pero a veces, especialmente en niños y adolescentes, la crisis se presenta con pérdida de conocimiento, sin caída al piso ni convulsiones; con apenas unos segundos de duración, y con una rápida recuperación.

Las “crisis parciales” pueden presentarse con sensaciones extrañas o difíciles de describir; o con fenómenos auditivos o visuales, o sensación de hormigueo. Estos síntomas pueden aparecer en forma aislada o dar paso a una pérdida de conocimiento con movimientos automáticos de la boca, de las manos o de otra parte del cuerpo.

En algunos casos las crisis “parciales” pueden presentarse con sacudidas de una extremidad o de la mitad de la cara, sin pérdida de conocimiento.

La forma típica de epilepsia, conocida también como “gran mal” se presenta con sacudida de las cuatro extremidades; la persona pierde la conciencia y el control de los esfínteres. El episodio dura segundos o algunos minutos. Si persiste, el paciente puede entrar a lo que se conoce como “estado epiléptico” (una emergencia médica).



Conozca la causa

La epilepsia es un trastorno con muchas causas posibles. Cualquier evento que impida o distorsione el patrón normal de actividad neural puede conducir a la aparición de una crisis epiléptica.

Por ejemplo, en el cerebro existen los llamados “neurotransmisores”, que son sustancias encargadas de conducir el impulso nervioso entre las neuronas. También existen inhibidores de esos neurotransmisores, es decir, sustancias que regulan su actuación.

Pues bien, algunas personas tienen una cantidad muy alta de neurotransmisores, y si ese es el caso se puede incrementar de manera exagerada la actividad neural.

En otras personas se ha observado una cantidad muy baja de inhibidores de los neurotransmisores, lo cual también provoca que aumente la actividad neural. En ambos casos puede aparecer la epilepsia.

Como ya se dijo, las crisis epilépticas producen una alteración momentánea del funcionamiento cerebral, debido a la descarga súbita y desproporcionada de los impulsos eléctricos que forman parte de la función normal del cerebro.

Una descarga fuera de proporción puede afectar solamente una parte del cerebro (“crisis parcial”) o comprometer a todo el cerebro (crisis “generalizada”).

Por lo tanto, los síntomas que presente una persona durante una crisis epiléptica dependerán de la o las zonas del cerebro que estén siendo afectadas por la descarga. Lo cual lleva a que existan muchos tipos de crisis epilépticas.

Las crisis epilépticas pueden comenzar a cualquier edad, y es común que inicien en la niñez y la adolescencia. Y se presentan en todos los grupos humanos, sin distinción de edad, sexo, raza ni condición económica.



LOS SIGNOS DE ALARMA QUE ADVIETEN QUE SE ESTA PRODUCIENDO UN ATAQUE EPILEPTICO PUEDEN INCLUIR:


* Confusión mental

* Comportamiento infantil repentino

* Masticación falsa

* Parpadeo continuo

* Debilidad

* Sensación de fatiga extrema

* Periodos de “mente en blanco”, en los que la persona es incapaz de responder preguntas o mantener una conversación.

* Convulsiones



LA LOCALIZACION

La epilepsia es uno de los problemas neurológicos más frecuentes, y más que una enfermedad debe considerarse como el síntoma de una alteración cerebral provocada por una descarga eléctrica inusual en un área del cerebro hiperexcitable. O por problemas relacionados con los neurotransmisores que sirven de comunicación a las neuronas.

No existe en el organismo ninguna función que no sea regulada por el sistema nervioso, lo que permite entender la gran variedad de manifestaciones clínicas con que se puede expresar una crisis epiléptica

Todo síntoma, aún el más sutil, que aparezca de cuando en cuando, que sea de duración breve, que siempre manifieste las mismas características y que sea independiente de la voluntad del paciente, sugiere un evento relacionado con el cerebro (incluso las migrañas, deben ser descartadas como un episodio de tipo epiléptico).



EL DIGANOSTICO

Un diagnóstico definitivo de “epilepsia” empieza con la consulta de un testigo confiable de la víctima, debido a que es probable que el paciente no recuerde cómo le afecta el evento. El siguiente paso es un electroencefalograma, o examen de las ondas cerebrales.

Raramente un paciente con convulsiones tiene resultados normales en esos estudios. El paso más crítico es determinar qué causó la convulsión, lo cual significa una evaluación más completa.

Las convulsiones parciales que incluyen solo un lado del cuerpo pueden ser causadas por un trauma craneal, aneurismas y otras lesiones.

Las convulsiones generalizadas pueden ser causadas por un bajo nivel de sodio en la sangre, debido a una ingesta excesiva de agua o cualquier problema que prive al cerebro de la concentración de nutrientes imprescindibles para su buen funcionamiento, incluyendo oxígeno, calcio y magnesio.

Un nivel muy bajo de azúcar en la sangre puede causar convulsiones, como suele suceder cuando un diabético recibe una sobredosis de insulina o se salta una comida.

Una vez encontrada la causa, el paciente debe ser tratado para eliminar las convulsiones. Pero aproximadamente la mitad de todas las convulsiones son “idiopáticas”, es decir que no se puede encontrar una causa.

Finalmente, toda crisis convulsiva nunca debe calificarse de “epiléptica”, hasta que haya sido sometida a un diagnóstico diferencial que permita identificar de qué se trata. La razón es que el tratamiento bien orientado siempre tendrá mayor éxito y beneficio para el paciente.

Existe un número importante de situaciones clínicas que por sus manifestaciones deben ser diferenciadas de las crisis epilépticas. Entre las más frecuentes están:

* Hipoglucemia

* Migraña

* Síncope

* Arritmias cardiacas

* Narcolepsia

* Isquemias cerebrales transitorias.



COMO SE TRATA

Aproximadamente la mitad de todas las crisis epilépticas son “idiopáticas”, es decir, no se puede encontrar una causa del problema.

Por eso la terapia de medicamentos para el tratamiento debe ser dirigida por una neurólogo experimentado.

Por lo demás, la mayoría de los pacientes epilépticos responden al tratamiento con anticonvulsivos.

El propósito del tratamiento es que el paciente se libere de la crisis. La suspensión de los medicamentos debe considerarse cuando se ha logrado un control absoluto durante tres a cuatro años, siempre y cuando el electroencefalograma (EEG) no muestre anormalidades.

Ante el caso de una mujer embarazada, surge la pregunta de qué hacer con el tratamiento; pero es más riesgoso para el feto suspender el tratamiento a la madre..

Para obtener los mejores resultados el médico deberá elegir el anticonvulsivo más adecuado de acuerdo al tipo de crisis que presente el paciente.

Los anticonvulsivos tradicionales (muy conocidos en la práctica médica) incluyen carbamazepina, difenilhidantoinato de sodio, fenobarbital, primidona, ácido valproico, clonazepam y etosuccimida. Estos fármacos son considerados como “antiepilépticos de primer orden”.

Los medicamentos modernos incluyen lamotrigina, gabapentina, felbamato y vigabatrina. Para tratar las “crisis parciales”, que son las más comunes, el fármaco de elección es la carbamazepina, aunque hay otras alternativas como la difenilhidantoína, el fenobarbital, primidona y lamotrigina.

Debe considerarse el costo de los medicamentos en relación al estado socioeconómico del paciente.

En los pacientes con crisis generalizadas tónico-clónicas, la difenilhidantoína es el fármaco de primera elección. Y ante la falta de respuesta clínica o efectos tóxicos se puede utilizar fenobarbital, ácido valproico o carbamazepina.
 

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